UN GRAN CARAVIANO QUE NO PUEDE QUEDAR EN EL OLVIDO:
D. Ángel Bedriñana
Meana
Manolita
González González
Nacido en Caravia Alta, el día 18 de noviembre de 1871. Hijo de José Bedriñana y de Concepción Meana. Hermano de Esteban, Esperanza (ambos emigraron a Cuba), Laura y Elisa.
En 1885 emigró a Cuba, en
donde estaban sus hermanos mayores, haciendo una inmensa fortuna con la caña de
azúcar hasta el 4 de junio de 1920, que regresó a España. Vendió sus
propiedades de allende el mar, siendo la última venta de 12000 hectáreas el 3
de agosto de 1922. Se dirigió a Madrid, donde compró un palacete que sería su
residencia, así como terrenos en el centro de Madrid, Lavapiés, etc. Regresó a
su pueblo natal, donde todavía vivía su madre Concha enfrente de la iglesia,
con la intención de comprar terreno (en concreto, el Oteru), hacer su vivienda y ayudar a los vecinos. Pero no tuvo
éxito en nada, por lo que se volvió como vino.
En agosto de 1924 visitó
Baiona (Pontevedra) donde quedó maravillado por el trabajo de los pescadores.
Allí adquirió el Castillo de Monte Real (actual parador Conde de Gondomar) por
280000 pesetas, pagando a Hacienda 11400, el cual restauró “para el bien de
España”, tanto el palacio como los jardines, haciendo cancha de tenis, cancha
de bolos asturianos, etc, Las obras benéficas hechas por el Sr Bedriñana en
esta localidad fueron numerosas. Fue nombrado: Presidente Honorario de la
Cofradía de Pescadores “La Anunciada” en enero de 1925, entregándole un pergamino
flanqueado con los escudos de Baiona y de Caravia. En 1927, Hijo Adoptivo de
Baiona y en 1952 el Jefe del Estado le concedió la “Encomienda sobre placa de
la Orden Civil de Alfonso X, el Sabio” por la labor hecha en el Palacio de
Monte Real.
A pesar de todo lo no
ocurrido en Caravia, no se olvidó de ella. La Iglesia de Caravia Alta, quemada
durante la guerra fue sustituida por la anterior a la actual, donando Bedriñana
los bancos y el retablo del altar mayor (que sigue en la actualidad), siendo
por ello nombrado Hijo Predilecto, haciéndole la entrega del título el día 31
de agosto de 1946, día de la inauguración de la Iglesia. Pero eso no fue todo. En
1948 donó su finca de la Punta de los Cabrones (actual ubicación de la Cabaña
del Mar), con la condición de que sirviese de acceso a las dos playas (Tuerba y
Morís), tanto para veraneantes como los vecinos de Caravia. Finalmente, falleció
en Madrid, el 08 de noviembre de 1952.
Cada vez que vayamos a la
Iglesia o a la playa, te recordaremos, Ángel Bedriñana Meana.
RETRATOS DEL PASADO: ENRIQUE
OJANGUREN SOMOANO
Una
charla con Francisco J. Llera Ramo
Enrique es un caraviano hecho y derecho y a sus casi 99
años mantiene una memoria prodigiosa de su gran recorrido vital. Aunque no
nació en Caravia, confiesa que los años jóvenes vividos en la casa de su abuela
Dña. Elisa Suardíaz Collera, viuda a los 25 años con seis hijos, lo marcaron
para siempre. Un niño de Oviedo que pasa los años de guerra en Caravia,
confesando que “fueron los años más
felices de mi vida”, en los que tejió amistades y complicidades
indestructibles y, como él cuenta en su “Mano
a mano: memorias de un cirujano” (2022), incluso forjó su vocación de
médico cirujano o, como diría su padre, más bien veterinario (la anécdota del
caballo de los Reyes, que él cuenta, no tiene desperdicio).
Como buen caneyón se conoce todos los rincones y
disfruta reviviendo anécdotas, tanto infantiles como de juventud, de sus
aventuras por aquella Caravia que casi ha desaparecido para él. Estamos ante un
anciano entrañable, vitalista, empático, expresivo, locuaz, divertido, irónico….
con el que se pueden pasar horas conversando de todo y, aunque, de vez en
cuando, se detiene para advertirte que “me
estoy desviando”, no puedes más que dejarle “divagar”, porque todo es
interesante y profundo. Las vivencias traumáticas de los años 30 y 40
(asturianos, españoles y europeos), forjaron en él valores y sentimientos
firmes y nobles (“la guerra es lo peor”),
conviviendo con la barbarie y la humanidad (lo peor y lo mejor del ser humano),
que recuerda muy bien, en la propia Caravia. Como él cuenta, la necesidad de
ayudar y curar, reforzó su vocación médica, viviendo la medicina “como ayuda a los demás”.
Enrique
Ojanguren en la Novena del 2 de setiembre
Con esa personalidad
expansiva y rica en vivencias, que lo convierte en gran conversador, no dudó de
adentrarse en el mundo de la opinión pública y, en sus años jóvenes, colaboró
en el diario Región con un seudónimo (Artemio
Arvia) que volvía a remitirle a Caravia. Por lo tanto, un hombre
comprometido con su mundo y con cosas que decir y que no ocultaba. Para
completar el cuadro, hay que recordar que tiene alma de “carbayón”.
Cuando le conté lo que
estábamos proyectando con nuestro Llar,
se le iluminó la cara (yo creo que le hubiese gustado tener algunos años menos)
y me rellenó la ficha y, por supuesto, quiso venir a presentar sus memorias y a
contar sus experiencias en nuestra Casa de Cultura, incluso estuvimos a punto
de hacerlo inmediatamente.
No se perdía una
Consolación y, siempre que tenía ocasión o alguno de sus cómplices a mano, se
escapaba a Caravia. Cuando le dije que me tenía que ir para la novena (la
conversación la tuvimos en su casa de Ribadesella), no dudó en acompañarme y,
además, se las apañó para volver al día siguiente. No se conformó con
cumplimentar a su patrona, sino que se subió a la tribuna a cantarle el “Portento”. Los dos le pedimos a la
Señora que nos permita celebrar la charla en nuestro Llar, que tuvimos que aplazar, un poco más adelante. Por falta de
ilusión suya no va a ser.
Gracias Enrique y que
sigas cumpliendo años así.
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